Mural de Kobe Bryant obra de arte

La mañana comenzó, al igual que cualquier otra, en el complejo residencial Fort Bonifacio en la ciudad de Taguig, Filipinas, a las afueras de Manila. Varios gallos enjaulados cantaban sobre la azotea. Siete pisos más abajo, los hilos de la escoba de un residente adulto mayor barrían los restos del festival de la ciudad que había estremecido al edificio el día anterior.
Suspendido detrás de la puerta de su apartamento de 230 pies cuadrados ubicado en el segundo piso, Mike Swift dormía dentro del caparazón de su hamaca de color naranja. La noche se había extendido hasta bien entrada la madrugada para el rapero nacido en las Filipinas y criado en Brooklyn. Parecía que cada vez que él daba un paso durante la fiesta celebrada en la noche del domingo, alguien le esperaba con una bebida recién servida. Comenzar la mañana del lunes desde temprano no formaba parte de sus planes. Todo cambió cuando sonó el teléfono celular de Swift. Le llamaba un amigo, el artista de hip-hop J-Hon.

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